Esta semana de vuelta del trabajo, me
he encontrado en la carretera un pastor aleman con collar, asustado,
que quería intentar cruzar, pero con los coches no se atrevía. He parado
en el poco arcen que había y he aprovechado un momento en el que no
venían coches y cuando han venido lo hacían despacio para no
atropellarle, e intentarle salvar de un atropello inminente.
De
pronto, aparece detrás de mi, un camión de alto tonelaje, pitando sin
parar y asustando más aún al animal. Yo indefensa, me he ido a una residencia canina
que había a menos de un kilometro para pedir ayuda, y cuál ha sido mi
sorpresa, al escuchar a la dueña que es mejor dejar al animal abandonado
porque sino se lo llevan a un zoosanitario. A lo cual le he contestado,
que no era un perro abandonado y que era mejor un zoosanitario que
morir en la carretera y provocar un accidente.
Me
he ido indignada y con mucha impotencia, pues muchas de estas
residencias, se lucran no sólo de la persona que se va de vacaciones y
deja unos días a su mascota allí, sino también de muchos de esos perros y
gatos abandonados y gente anónima pagan porque no hay un hogar para
ellos.
Esto no es amar a los animales, esto es amar el dinero.
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