Para qué hablar, cuando tus palabras se quedan encerradas en una habitación.
Para qué hablar, cuando quienes te deberían de comprender no lo hacen.
Para qué hablar, cuando las palabras son simplemente palabras que se las lleva el viento.
He hablado y pienso que ha valido para poco, o para mucho según se mire.
Ahora, he decidido no hablar, aunque me cueste. Aunque me tenga que tragar mis palabras. Aunque grite en silencio y nadie me oíga.
Pero lo que no quiero son consejos baratos de personas que no se aplican el cuento, no quiero compasión, ni lástima. Simplemente comprensión y si de eso no me pueden dar, mejor callarse y dejarme seguir con mi vida, mis dolores y mis intentos de salir de aquí cuanto antes, pero sola.
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