Hoy es el 30 aniversario del atentado de mi padre en Basauri, Vizcaya. Una vez más pasará como si fuese un día más para la sociedad y también para las grandes asociaciones de Victimas del Terrorismo, pues fue un atentado individual y mi padre sigue vivo.
Ayer estuve allí, en Basauri, mi pueblo, en el mismo sitio donde estalló la bomba, en el mismo sitio donde jugaba con mis amigos cuando era pequeña y del mismo sitio del que me tuve que marchar "obligada".
Ayer me invadía la alegría por estar de nuevo ahí, pues es una tierra que adoro, y al mismo tiempo se me rompía el alma pues tenía que volver a la ciudad donde resido.
No es justo tener que dejar tu tierra, tus amigos, tu vida porque unos hijos de la gran puta hayan querido matar tu padre y por suerte no lo consiguieron, no es justa la vida que me ha tocado vivir.
El viernes, paseando por Bilbao, enfrente del Palacio de Justicia, había un pequeño grupo de radicales en una concentración pidiendo el acercamiento de los presos de Eta. Entre ellos y en el centro de la pancarta estaba el sanguinario Carnicero de Mondragón. Le vi, volví la cara y lo que más me sorprendió de mi misma es que no tuve odio, sentí indiferencia hacía esa rata de dos patas. Si me hubiese gustado escupirle a la cara, pero por seguridad hacía las personas con las que estaba seguí mi canimo y una vez más dije, que la justicia se tenía que hacer con nosotros, pues muchos estamos exiliados de la tierra que amamos por la sinrazón de estos asesinos y simpatizantes.
Hoy mi padre puede decir que cumple 30 años, y eso joderá a aquellos que intentaron terminar con su vida.